Lo que nos hace humanos (más que mamíferos) y superiores al resto de los animales, es que hemos civilizado el follar. No pretendo quitar importancia a los logros de la razón y la ciencia, faltaría más, pero yo a mi tema. Sí, hemos civilizado el follar. El follar por procrear, se entiende. El follar por procrear es de monos. Y espero que con el tiempo se convierta en un asunto marginal. Se folla, es decir, se busca entrar o que entre en nosotros otro ser humano por placer, y porque presentimos de forma numinosa* que ese acto de comunicación excelsa nos proyecta en un territorio inalcanzable para la muerte y para la extinción que nos aguarda. Podrá ser una ilusión; lo es, sin duda, pero qué linda.
Follar es, al contrario de lo que piensa la mayoría, es decir, la mayoría moral y la mayoría catolicona y religiosa en general, alejarnos del animal que somos. ¡Como animales!, gritan los encapuchados de siempre. Pero es al revés: a más follar civilizado, menos animales somos.
No digo que no haya en la actualidad humanos que follen como animales, humanos atrasados que se encuentran más cerca de los simios que fuimos hace trescientas mil generaciones, que el resto de nosotros. Es verdad que existen. Yo mismo he encontrado a unos cuantos, e incluso conozco a unos cuantos, y trato de ir civilizándolos. Pero constituyen, a estas alturas del progreso, la cola de la estadística, que diría el psicólogo Pinker. Constituyen una rémora a superar, un atraso con el que convivimos porque no hay otro remedio, digamos, como convivimos con los zoológicos, los marxistas o con el Papa.
La procreación es cosa de animales. Mientras más lees respecto a los animales más claro queda que viven para comer, defecar, procrear y poca cosa más. No hay nada en el mundo animal semejante a los logros de nuestro gran cerebro. Miremos a las ballenas, por ejemplo, que provienen de un ungulado (de la familia de los cerdos y las vacas) que hace mucho tiempo se metió en el mar. Pues han terminado nadando muy bien y emitiendo silbos bastante bonitos. Pero nada de Mozart o de Django Reinhardt.
Hay que mantener la especie, ya lo sé, y yo mismo he contribuido, no me arrepiento y me ha reportado momentos felices, extraordinarios, pero es una actividad que nos rebaja, una actividad condenada a la desaparición. En el futuro, cuando queramos un hijo, lo encargaremos y nos lo traerán a la puerta con nuestros genes ya lavados y con todas las mejoras añadidas.
También en el futuro nos traerán a la puerta un clon de Monica Belucci, pero ese es otro asunto (Ah, cuántas cosas maravillosas pasarán en ese futuro en el que no estaré).
El follar ha de verse como lo que es, una actividad civilizadora a la que hay que dedicarse con ingenio y alegría, como quien lee un gran libro o va a comer al Dos Palillos o al Kru.
Debemos empeñarnos en desmoralizar cada día más el follar, en desculpabilizarlo, y en rasparle toda la mugre que el catolicismo y las religiones en general han ido depositando (de deposición) sobre el follar. Este es un asunto que merece toda nuestra energía y nuestra máxima atención. Yo he dedicado innúmeras horas y cientos de páginas a desmoralizar y desculpabilizar el follar y es de lo mejor que he hecho en mi vida. El día que muera, si me da tiempo, pensaré satisfecho: ¡cuántos no habrán civilizado su follar gracias a mis esfuerzos, cuántos no habrán desterrado la culpa y la moral de su follar gracias a mi entrega!
Eso, desculpabilizar y desmoralizar el follar, y además pasarlo bien y entretenernos, que es la base de la vida, es lo que intentaré hacer en este espacio.
Cada vez que hable aquí de impulso sexual o de cualquier cosa que tenga que ver con el llamado acto sexual, me referiré al follar civilizado y por placer, y no a la cosa animal ni a la perpetuación de la especie o algún otro incordio ancestral por el estilo. Me referiré a lo que hemos conquistado, a eso que también se denomina erotismo, pero que yo prefiero definir como lo que es: follar desanimalizado, follar civilizado.
Queda establecido.
*Numinoso, en el sentido en que se usa la palabra aquí.
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